
El doctor Javier Segovia Cubero, jefe de Servicio de Cardiología en el Hospital Puerta de Hierro Majadahonda, en Madrid, ha compartido con nosotros su visión sobre los retos y avances en salud cardiovascular. Destaca su compromiso con la innovación y la mejora continua en la atención al paciente, consolidando su servicio como un referente en cardiología a nivel nacional.
¿A qué te dedicas profesionalmente?
La mayor parte de mi vida profesional ha girado en torno al trasplante cardiaco, que implica la dedicación a los pacientes con enfermedades cardiacas más graves en edades tempranas o medias de la vida. He podido vivir el proceso de más de la mitad de los más de mil pacientes trasplantados en nuestro centro, y también he participado en la aplicación de las asistencias ventriculares a los pacientes: se trata de bombas mecánicas implantables que sustituyen la función del corazón. En los últimos años han aportado una vida muy razonable a personas que de otro modo estarían abocadas a una muerte precoz. También he contribuido a la especialización de nuestro centro en áreas como el shock cardiogénico y la amiloidosis cardiaca, situaciones con elevado riesgo para la vida. Todas estas áreas tienen en común la necesidad de integrar diversos equipos de especialistas: varios tipos de cardiólogos, cirujanos, anestesistas, especialistas de cuidados intensivos, enfermería especializada, etc. Creo que la medicina moderna pide que los profesionales nos coordinemos para adaptarnos a las necesidades de los pacientes.
¿Cuáles son los dos retos profesionales más importantes que tienes en estos momentos?
En los últimos años, por aquello de la jefatura de Servicio, me he dedicado más a labores de gestión. Mi reto fundamental es mantener el equipo actual de Cardiología (médicos, enfermeras, técnicos, administrativos…) completo y cohesionado, algo enormemente difícil por circunstancias administrativas que sería muy largo explicar, y que amenazan la continuidad de magníficos profesionales en plena fase de “dar fruto abundante”. Pero cuando tienes un equipo humano como es el servicio de Cardiología actual, excelentes en lo profesional y magníficos en lo humano, todo esfuerzo es poco. De ello dependen no sólo la atención a los pacientes, que es lo central, sino también otras dos misiones fundamentales: dar formación a los profesionales del futuro y contribuir al progreso de la Medicina mediante una activa labor de investigación.
El segundo reto sería conseguir la mejor infraestructura de trabajo para ese equipo, las instalaciones y los equipos adecuados. Y aquí volvemos a encontrar la dificultad de una administración rígida y burocratizada…
Profesionalmente hablando, ¿cuál es tu peor recuerdo?
Lógicamente, aquellas veces en que todo el esfuerzo por sacar adelante a un paciente se ha visto truncado por su muerte o una complicación inesperada. Guardo varios nombres y rostros cuyo recuerdo se acompaña de una punzada en el corazón… alguno tiene una foto en mi despacho.
¿Y el mejor recuerdo profesional?
¡Afortunadamente, son muchos más que los malos! Cada paciente que sale adelante es una satisfacción inmensa. Tenemos la costumbre de hacernos una foto con los trasplantados el día del alta del hospital…, y cuando vienen a consulta, cada logro de sus vidas es una alegría: la reincorporación al trabajo, jóvenes que acaban sus carreras…, y no digamos las mujeres que tras estos procesos complejos han podido ser madres.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, también cuento entre mis experiencias más gratificantes el acompañamiento de pacientes queridos en la fase final de sus vidas.
En el proceso final de vida de las personas, ¿qué te parece más importante?
La muerte de cada persona implica a la vez un misterio y una parte de la vida que conocemos bien. Me he acercado a estos pacientes con respeto, con cariño, tratando de aportar consciencia y serenidad… Para mí, compartir con pacientes y familias esta experiencia tan íntima es un privilegio, que está tan cargado de emoción como asistir al nacimiento de un nuevo ser.
Adquirir habilidad en estos procesos es algo tan importante que ha llegado a motivar una especialidad, los Cuidados Paliativos. Pero el desarrollo de estos equipos no debe llamarnos a engaño o desentendernos: la persona que mejor puede ayudar a llevar bien el proceso de morir en los pacientes y sus familias es la que ha acompañado al paciente en los tiempos previos, que cuenta con la confianza y el respeto ganados en los años de bonanza en la enfermedad. Creo que todo médico debe hacer su aprendizaje y su entrenamiento en el acompañamiento del proceso de morir. La buena intención, el deseo prudente de ayudar y la experiencia hacen maestros también en este campo.
Estar al lado de las personas que sufren o mueren, ¿qué aporta (a los pacientes y a sus familiares)?
Nuestra misión es reducir el miedo, la desesperación, el descontrol, el tabú (¡qué frecuente es la “conspiración de silencio” alrededor de personas a las que se niega el derecho de vivir su propia muerte según sus deseos…!) cuando las personas y sus familias se enfrentan a la muerte.
Al menos podemos aportar al paciente serenidad mediante una información apropiada, disminuir su miedo, especialmente al sufrimiento y al dolor, que son controlables con los tratamientos actuales, y con ello ayudar a la aceptación de la situación, e incluso aportar buen humor cuando el ritmo del proceso lo permite. A los familiares debemos darles la oportunidad de una comunicación serena y sincera de sus sentimientos, de acompañar sin engaños, de “vaciarse” en ese acompañamiento, de forma que les quede la satisfacción de haber dado lo que estaba a su alcance.
¿Cómo afrontas la muerte?
Estoy bastante más cerca de la muerte que del nacimiento, de forma que me voy haciendo idea. Me fastidia morirme, y me da un poco de miedo. Si pudiese elegir, querría vivir mi muerte sereno y consciente, con familia y amigos cerca, con agradecimiento por todo lo vivido y disfrutado. De lo que habrá más allá, una vez se rasgue el velo de esta existencia, no soy nada dogmático, pero sí que estoy abierto a la trascendencia, que me explicaría muchas cosas, y “pega” con mi optimismo existencial, consecuencia de una vida que considero privilegiada.
¿Nos puedes recomendar un libro?
Cualquiera de los libros de Miguel Delibes, que tanto me han aportado. Eso sí, para valorarlos hay que situarlos en su contexto histórico.
¿Música y película favorita?
Toda la buena música, desde el rock a la ópera, pasando por múltiples cantautores, me parece muy apreciable, y cada recuerdo y fase de mi vida tiene su banda sonora.
En lo de las “pelis” no soy nada experto. Os recomendaría que hagáis como yo, ved la que os diga mi mujer.